Revista nº32

                Revista nº 32


LOS VALORES Y EL CORAZÓN
¿Se está despertando el corazón del ser humano?

"Abrir la mente y el corazón…
ésa es la clave de la supervivencia
para estos tiempos que corren."
Acael

La mente abierta nos permitirá incursionarnos en territorios que antes nos estaban vetados, y podremos acceder al mundo de la magia, de la intuición, de lo intangible… El corazón abierto nos permitirá expresar la vasta reserva de amor incondicional que poseemos todos y cada uno de los seres humanos.


Con la mente abierta podremos comprender los cambios que se suceden de manera constante en nuestra vida, será más fácil aceptar lo nuevo. Vivimos momentos importantes para la humanidad, cuando escuchamos y vemos lo que está sucediendo en el mundo sentimos un escalofrío de emoción que nos conmueve: ¿estamos asistiendo a un momento histórico en el que el ser humano reclama su poder, desea mostrar su fuerza interior, su deseo de libertad, de justicia?



Los acontecimientos que se suceden a nivel planetario con los desastres ecológicos abren puertas y la solidaridad, el sentimiento de hermandad, de compartir lo que se tiene, se contagia rápidamente de unos a otros… Las crisis nos enseñan el verdadero sentido de la vida, el valor de las cosas, lo que es realmente importante y lo que sólo creíamos imprescindible.

Lo ocurrido en Japón y en Lorca nos ha conmocionado, al igual que otros desastres anteriores, pero parece que los seres humanos hemos ido aprendiendo, poco a poco, muy lentamente, a veces demasiado lentamente o demasiado tarde, que hay que dar otras respuestas a lo que vivimos… La Naturaleza nos enseña ¡cuán vulnerables somos! Y nos da la oportunidad de unirnos para poder ser más fuertes, de apoyarnos para aguantar el dolor, de socorrernos cuando la necesidad acucia.

¿Se está despertando el corazón de los seres humanos?

Las respuestas que ahora se ofrecen no provienen de procesos mentales sino de impulsos del corazón, no provienen de la conveniencia sino de la generosidad, del amor, de la amistad… ¡Si! Algo está cambiando… Ha sido un largo proceso que ha pasado desapercibido para mucha gente, pero si echamos la vista atrás, apenas un poquito, podremos ver como se ha ido consolidando entre las gentes de a pie el sentimiento de que “somos una sola familia” y que “tenemos una única casa para habitar: La Madre Tierra

Llevamos años diciendo que el siglo XXI es el siglo de la gente, que es el momento en que los seres humanos recuperen el protagonismo cedido a favor de los que consideraba más y mejor preparados (políticos, religiosos, científicos, gerentes de vidas y pensamientos). Los movimientos sociales con los que arrancó el año se siguen sucediendo en distintos escenarios: empezó en Oriente pero los mismos vientos llegan hasta nosotros, hasta España. Las ansias de libertad, el deseo de una mayor justicia, la indignación ante la manipulación, la necesidad de una mayor transparencia y un mejor reparto de los recursos, la insostenibilidad de un sistema basado en la riqueza y el poder de unos pocos a costa de la sumisión y la manipulación de millones, han encendido rápidamente la mirada de personas de todas las razas, de todas las latitudes, de todas las creencias e ideologías.
¡Los jóvenes toman la calle! No son sólo los jóvenes, son personas de todas las edades, niños, ancianos, mujeres embarazadas, discapacitados… forman un frente imparable ante el que la policía y las fuerzas de seguridad se sienten impotentes. Son gritos que hablan de paz, de justicia, de destapar la corrupción; son silencios que conmueven porque están cargados del dolor de muchos que lo pierden todo, de aquellos en que la desesperanza les hace no ver salidas a su situación.

Es como si el ser humano hubiera despertado de un largo, larguísimo letargo, en el que le tenía sumido el consumismo atroz que, alimentado por el sistema, pretendía llenar el “vacío” interior, la insatisfacción que cada persona tenía por no poder conectar con su propósito en la vida, con su esencia y su necesidad de crecimiento integral. Una trampa perfecta que le mantenía ocupado en “tener más” olvidándose de “ser más”… y así el hambre insaciable que generaban las constantes necesidades que iban apareciendo en su vida a medida que se incorporaba a la sociedad olvidaba que no necesitaba tener un coche más grande, sino que lo que buscaba era sentirse querido, aceptado, reconocido por los demás…, que no era imprescindible comprarse los últimos modelos aparecidos sino sentirse atractivo, gustarse a uno mismo, aceptarse por lo que es, no por lo que lleva o lo que tiene.

Los políticos, los poderosos, las grandes corporaciones, las instituciones religiosas se han repartido el mundo como si se tratara de un suculento pastel. Se mantienen en equilibrio de fuerzas gestionando cada uno su “cortijo” apoyándose unos a otros para no perder hegemonías: gobiernos, instituciones financieras, corporaciones, científicos... Formaban todos parte de un complejo entramado en el que todo estaba unido, de tal manera que cualquier cosa que ocurría en el “tejido” de esa manta social afectaba a todos los demás… Y así, cuando uno de los actores de cualquier estamento de poder sufría una crisis, los demás acudían a socorrerle para mantener el sistema en las mismas condiciones de funcionamiento.



Pero hay voces que han comenzado a alzarse contra tanto atropello, contra la injusticia…, tal vez el ser humano haya dejado atrás la infancia y recientemente haya superado la adolescencia y ahora llega el momento de la madurez, de saber desde su interior qué es lo que quiere, cómo quiere vivir, qué quiere hacer, qué quiere sentir y pensar… en definitiva, de ser libre, de sentir que su capacidad de elegir está intacta y que cuando se implica, cuando elige, cuando obedece a los dictados de su corazón se siente más feliz.
Los movimientos sociales arrastran. ¿Quién no siente deseos de unirse a ellos? Tal vez algún día podamos ver caminando juntos a los políticos reconvertidos y a los trabajadores, a los popes de las grandes instituciones junto a sus fieles seguidores, a los poderosos junto a los humildes… seguramente faltará tiempo para ello, hoy es tan solo una utopía, pero no es imposible.

La fuerza del corazón despierta la magia, la creatividad, la innovación… Encontraremos caminos para hacer las cosas de otra manera y alcanzar ese mundo más justo, más sostenible, más pacífico donde pueda desarrollarse una sociedad en armonía, donde las personas estén siempre por encima de otros intereses, donde el bien común prime sobre el individual.

No es un sueño de utópicos, es una realidad que está al alcance de nuestra mano, apenas nos hemos puesto en pie, nos hemos despertado y nos hemos levantado, ahora hay que empezar a dar pasos… “No temas caminar despacio, teme no caminar” rezaba un antiguo adagio. Los hombres y mujeres de hoy tenemos las habilidades, los recursos, la experiencia, las facultades, las capacidades necesarias para crear ese mundo mejor posible para todos.

La idea de la libertad, de la justicia, del amor, prende por igual en el corazón de un joven que en el de un anciano, que en el de un niño… porque no estamos hablando de ideas, sino de VALORES, de VALORES HUMANOS. Esas estructuras profundas asentadas en territorios vírgenes más allá de la mente, más allá del ego, más allá de todo lo externo. Esos valores humanos son como raíces que entran en lo profundo de la Tierra, como si de la planta del pie de cada persona crecieran unas raíces que buscan la fuerza telúrica de la Madre Tierra y recogieran de su centro mismo la energía, la fuerza, el poder, para erguirse ante la realidad que vive.

Los seres humanos nos sentimos vinculados con la Tierra, hemos comprobado con dolor las consecuencias de nuestros actos y empezamos a sentir respeto y reverencia ante la vida que ella representa. Esas raíces nos hacen sentirnos ubicados, satisfacen nuestra necesidad de pertenencia, de saber dónde estamos y de sentirnos conectados con todos los seres vivos.

Y al despertarnos, al levantarnos del cómodo sillón que, como espectadores, hemos estado ocupando durante las últimas décadas, hemos descubierto el Sol y hemos recordado que nosotros también somos luz –como han podido probar los científicos- y que esa luz interior, esa chispa que aviva el Sol exterior representa la fuerza para afrontar cualquier situación que se nos presente.

Sólo queda un paso más para completar el proceso: compartir sentimientos, ideales, valores, ilusiones y proyectos con los demás y ahí entra en juego el papel fundamental que los avances tecnológicos y las redes de comunicación y las redes sociales tienen en estos momentos y tendrán en adelante.

Ni los más atrevidos analistas podían suponer el poder de la comunicación desarrollada en esas redes sociales… algunos hablaban de que ese avance dibujaría unas nuevas formas de participación ciudadana… pero se quedaron cortos en sus previsiones. Dicen que cuando en un lago se alcanza el punto crítico de congelación, cualquier pequeño movimiento que se produce en la superficie del agua provoca la congelación instantánea de todo el lago… Es un ejemplo que ilustra perfectamente lo que está sucediendo en nuestros días. Tal vez el corazón de los seres humanos haya despertado, tal vez al identificar sus valores hayan conectado con esa ética profunda del Ser que comparten en esencia todos los seres humanos independientemente de su raza, de su cultura, de sus creencias, de su sexo o de su posición económica… Sólo cabe esa explicación: se ha despertado el corazón de los seres humanos de la Tierra y están dispuestos a vivir de acuerdo al código de los VALORES HUMANOS UNIVERSALES.

La Fundación Valores promueve cada año su congreso Proyectos y Utopías para un Mundo Mejor, este año, en el mes de Octubre, los días 29 y 30 en Madrid será la VI edición, y en esta oportunidad vamos a centrarnos sobre LOS VALORES HUMANOS y EL CAMINO DEL CORAZON, como las dos alas que impulsarán a los seres humanos hacia ese mundo mejor que está cada día un poco más cerca… lo único que tenemos que hacer es estar atentos para no quedarnos dormidos otra vez.

María del Pinar Merino
Conciencia Global