Revista nº37




EL CAMINO DEL CORAZÓN


Volviendo la vista atrás

El próximo 1 de Mayo se cumplirán tres años desde que pusimos en marcha los talleres del Camino del Corazón y quizás por eso ahora sentimos la necesidad de hacer un alto para mirar atrás y ser conscientes del recorrido realizado; y al hacerlo no puedo evitar sentir una profunda emoción mientras un pensamiento se abre paso en mi mente: ¿Cómo hemos podido llegar tan lejos? Una sensación de expansión me inunda el pecho y un estremecimiento recorre mi columna vertebral mientras recuerdo cómo empezó todo…
Una octava mayor

Terminaba el verano de 1999, transcurridas las vacaciones, el tiempo de descanso y también de una cierta dispersión, los días se iban acortando y era el momento de mirar hacia el futuro cercano para encontrarnos con un otoño que invitaba a la reflexión, al recogimiento, al análisis, y también a la generación de nuevos proyectos.

Nuestro grupo de trabajo e investigación de la conciencia, que atesoraba una larga trayectoria (más de 22 años por aquel entonces), sentía muy fuerte la necesidad de renovarse, de recorrer nuevos territorios, de desprenderse de la piel vieja y revestirse de una nueva… Estoy segura de que aquel grupo sobrevivió tanto tiempo porque periódicamente se “reciclaba”, cambiaban las formas, los contenidos, los cauces por donde fluía la información, otras veces eran las dinámicas internas, las estructuras o los modelos lo que cambiaban. 

Ese afán de transformación supuso durante varias décadas una garantía de continuidad de tal manera que todos los que lo componíamos manteníamos vivo el aliciente de la búsqueda de conocimiento, de respuestas a los interrogantes que surgían en nuestra vida. Aquello exigía un mayor esfuerzo pero a cambio el“alimento” nutritivo que manejábamos nos mantenía activos e implicados en los proyectos que se generaban con la ilusión del primer día. Éramos capaces de compartir con otros nuestras experiencias y descubrimientos con el mismo entusiasmo que cuando empezamos.

Aquel otoño surgió en el grupo una propuesta que iba a tener un amplio alcance en nuestra vida, algo que ninguno imaginábamos y que –probablemente hasta hoy mismo- no hemos sabido dimensionar. Pero, vayamos paso a paso.

A finales de septiembre surgió la posibilidad de abrir una nueva línea de investigación: explorar las capacidades y potencialidades del corazón como el órgano principal en el desarrollo de la conciencia del ser humano. 


Recuerdo la sensación de vértigo que me producía aquella propuesta: soltar las amarras de la mente y aprender a navegar por el mundo de las emociones para llegar al de los sentimientos, más profundo, más real, más auténtico. Sentíamos que estábamos colocándonos en una octava mayor, en una escala diferente de comprensión, de entendimiento, de comunicación, de relación…

Teníamos un reto en aquel nuevo ciclo: descubrir hasta donde éramos capaces de profundizar en nosotros mismos. Ese era el objetivo pero los métodos para llegar a él eran nuevos, desconocidos hasta entonces. Partíamos de las siguientes premisas: “No habrá calificaciones, juicios, críticas, ni tampoco quejas o desánimo… La información no debe ser razonada en el momento sino que se debe dejar dentro, sin pensar en ella, para que su influjo se asiente en lo profundo al entrar vía subconsciente”.

La información en realidad pasaba a formar parte de uno mismo, se incorporaba mediante ejercicios prácticos, otras veces era la acción la que llevaba al aprendizaje significativo, la asimilación se basaba en la vivencia… Por primera vez no nos apoyábamos en la memoria o en la planificación o en los propósitos, ni siquiera en la voluntad. Es decir, todas las características netamente mentales dejaban paso a un estado diferente del Ser Integral en el que se alineaban –como si de la aguja imantada de una brújula se tratara- la intención (que surgía del corazón), la atención (que surgía de la presencia consciente) y, finalmente, la acción (que se manifestaba en el mundo real lo aprendido).

¿Qué hacemos con la mente? Comienza el juego

“La información lleva aparejada una carga energética de alta vibración que permite que se produzca la ósmosis en las zonas más profundas de la mente”.

Tantos años de estructurar nuestra mente, de escuchar su diálogo constante, de aplicar la lógica y el razonamiento, de considerar el bagaje de la experiencia, de diseccionar y dividir, de separar y analizar, habían creado en nuestros cerebros unas sendas perfectamente definidas que éramos capaces de recorrer con cierta rapidez. Sin embargo, ahora el reto era de proporciones incalculables, se trataba de dejar todo eso a un lado y conectar con otro tipo de impulso, de conocimiento, de sabiduría innata que surgía del corazón. 

Descubríamos día a día que cuando llegábamos a esa conexión interna lo que surgía era una respuesta más elevada, más sutil, como si desde ese lugar despertáramos lo mejor de cada uno de nosotros y veíamos como se activaban facultades y habilidades que nunca habíamos expresado quizá porque la vida no nos había dado la oportunidad de hacerlo.


Desde las primeras reuniones de trabajo nos dimos cuenta de que nuestra mente –protagonista única y sobrevalorada en nuestra civilización occidental- no iba a retirarse a un segundo plano contentándose con el papel de mero espectador, y empezaba a presentar batalla, a poner dificultades, a intentar“entender” según sus esquemas lo que estábamos experimentando y fue entonces cuando surgió una propuesta que conseguiría mantener a la mente racional distraída: 

“Tomarlo como un juego, como un reto: la búsqueda del Tesoro. Lo sutil, lo inmanente está dentro de un cofre, ese cofre está guardado bajo siete llaves y cada llave permite que las cadenas que atenazan al Ser vayan cayendo es, por tanto, un juego de participación y colaboración donde todos ayudan a todos a conseguir abrir el cofre”. 

Desarrollando esa idea fuimos creando una serie de escenarios que nos obligaban a utilizar la fantasía, la creatividad, la imaginación… en definitiva, a manejar nuestro hemisferio cerebral derecho, que era el interlocutor perfecto para abrirse paso hacia el corazón.

Elige tu propio avatar

Nos planteamos también la conveniencia de que cada uno perdiera su“identidad” adquirida hasta ese momento y que estaba intrínsecamente reflejada en nuestro nombre. De esta manera nos “desidentificaríamos” de nuestra personalidad y dejaríamos espacio para que crecieran dentro de nosotros nuevas facetas o aspectos que necesitábamos descubrir y desarrollar. 

“Lo primero es que cada uno se adjudique un “alias”, un nombre por el cual será llamado siempre que se encuentre con otros caminantes o cuando vuelva al Camino del Corazón para hacer alguna etapa”.

En definitiva, había que ir construyendo paso a paso un “avatar”, a partir de nosotros mismos, y que ese avatar fuera capaz de encarnar las mejores cualidades, los sentimientos más puros, más elevados, la consciencia más amplia.

Era como tener acceso a una segunda oportunidad, era la posibilidad de convertirnos en creadores de nosotros mismos, de sentirnos seres nuevos, como si acabáramos de nacer y donde se nos daban infinidad de oportunidades para poder expresar aquellos aspectos de nuestro Ser que no habían sido aún manifestados. Era un regalo, una posibilidad de aprender y experimentar mientras “jugábamos”.  

A medida que íbamos avanzando el avatar iba adquiriendo habilidades, herramientas y cualidades que hacían a la persona más fuerte. No se trataba de una idea sino de una experiencia, no era algo que imaginábamos sino algo que vivíamos en las sesiones de trabajo; no era una proyección sino una realidad y así las experiencias vividas en el Camino del Corazón nos proporcionaban un“conocimiento” que quedaba incorporado de forma inmediata en cada una de las personas que participábamos.

Cuando nos reuníamos para hacer el Camino del Corazón dejábamos de ser María, Luis o Juan y recreábamos nuestro avatar y así surgían valores inéditos, fortalezas desconocidas, cualidades ocultas, emociones que no habíamos expresado, ingenio y facultades que nunca habíamos imaginado, porque nuestra mente condicionada nos autolimitaba.

“El Camino del Corazón empieza por una afirmación rotunda que cada uno verbaliza ante testigos. Una afirmación que significa un compromiso con uno mismo para alcanzar el objetivo, que no es otro que el de tener como Guía de cuanto hagamos, pensemos o sintamos al corazón”.

¿Queréis comenzar con nosotros a caminar, conscientemente,
por el Camino del Corazón?


Preparando escenarios:

Situamos la experiencia en un ambiente medieval, lo que nos permitiría movernos en un escenario donde primaban emociones y sentimientos, donde los valores humanos encontraban terreno para arraigar, lejos de la sofisticación tecnológica que nos rodeaba. Era como participar en una especie de juego de roll  que viviríamos en grupo.

“Es un aprendizaje útil y necesario el del Camino del Corazón. La enseñanza nos habla de que quien transita por ese camino carece de todo y todo lo posee, porque nada desea, salvo el encuentro con su verdadero Yo”.

Así pues, en cada jornada comenzábamos un recorrido que siempre situábamos en entornos naturales abiertos a lo inesperado y con unas cuantas ideas claras:

  • Que era un camino para recorrer en grupo, no de forma individual.
  • Que la suma de todos nos hacía más fuertes al unir nuestras capacidades para ayudarnos a recorrer el camino.
  • Que debíamos ir superando los retos que cada Posada o Itinerario Interno nos presentara.
  • Que en la medida que progresáramos en el Camino íbamos a ir recibiendo las llaves que abrirían las cadenas del cofre.
  • Que para encontrar el cofre debíamos transitar por el Camino del Corazón y
  • Que lo que vivíamos como un “juego” en el Camino del Corazón se entrelazaba de forma asombrosa con nuestra vida real.


“En el Camino del Corazón no hay cargos, no hay poder, no hay conocimiento intelectual, tan sólo hay seres desnudos y limpios que van unidos de la mano durante un trecho, para luego soltarse y unirse a otras manos. 
Unas veces te sientes acompañado, otras eres tú el que acompañas, pero nunca te sientes solo”.


Para entrar en El Camino del Corazón hay que atravesar un río cruzando un puente que separa los dos caminos, el de la Mente y el del Corazón. Ambos están en orillas distintas y el río de la vida les une y les separa a la vez. El puente es llamado Puente de la Consciencia.

“El grupo de damas y caballeros está a punto de cruzar el puente y eso implica entrar en procesos del corazón, por tanto, a partir del momento en que se pise terreno del corazón las cosas sutilmente empezarán a elaborarse de una manera distinta, más intuitiva, más sensible y más integradora.
En la otra orilla quedan los egos, la cabezonería, las suspicacias, la imagen vulnerable… al otro lado el País del Corazón, donde deberéis elegir unas nuevas vestiduras”.

Elegimos nuestra indumentaria, los caballeros armadura liviana y capa y las damas túnicas, cota de malla liviana y largo pañuelo.

Elegimos nuestro estandarte personal, con el distintivo y los colores que cada uno deseaba y descubrimos qué significado simbólico tenían los colores y los emblemas. Eran estandartes de fiesta en el que elegíamos también un lema que nos identificaría durante nuestra aventura por el Camino del Corazón.

El objetivo era sentirnos dentro de un ambiente donde primarían los sentimientos y donde alejaríamos las expectativas. De pronto, nos habíamos convertido en personajes de la Edad Media donde primaban más las relaciones personales que las circunstancias ajenas. Nada nos ataba al momento presente y empezábamos un camino de recuperación de la esencia.

Posadas e Itinerarios. 

En el Camino del Corazón nos encontraríamos con Posadas e Itinerarios Interiores, unas y otros iban a plantearnos siempre retos para superar. Eran escenarios externos que tenían la virtud de activar aquellos momentos de nuestra biografía personal que no teníamos resueltos, situaciones afectivas bloqueadas, emociones estancadas, desencuentros, errores… Cada Posada nos brindaba la oportunidad de “responder” con las habilidades del corazón a esos hechos para encajar la pieza que estaba mal colocada. El corazón nos permitía un nivel de consciencia diferente y cuando el Caminante afrontaba el reto y lo resolvía los ejes energéticos de las personas involucradas (en el hecho concreto, sin importar que fuera del pasado lejano, o que incluso alguno de los protagonistas ya no estuviera físicamente vivo) sintonizaban ambos corazones y se empezaba a generar la alquimia.

Pero lo más increíble sucedía cuando volvíamos a casa y en los días siguientes a la reunión descubríamos que lo que habíamos resuelto jugando en el Camino se había resuelto igualmente en la vida real.

Despertando la imaginación y la fantasía, como capacidades dormidas de nuestro hemisferio derecho, nos facilitaban el encuentro con magos, alquimistas, hadas de los bosques, elfos, duendes, hechiceros, sabios y muchos personajes diversos encargados de guiarnos por  el Camino del Corazón.

En el viaje nos encontrábamos con zonas en las que teníamos que pagar“peaje” para seguir adelante y éramos invitados a dejar allí algún aspecto negativo de nuestro carácter comprometiéndonos a no volver a utilizarlo en el Camino del Corazón.


Las palabras clave:

Como parte del trabajo elegíamos cuatro palabras o pistas para mantener nuestra atención consciente en ellas durante las 2 semanas que transcurrían hasta la siguiente reunión. Esas palabras eran como luces de un faro encendidas que nos facilitaban el darnos cuenta de cómo esas palabras encajaban en alguno de los sucesos que estábamos viviendo.

Lo curioso es que éramos 10, a veces 12 personas con actividades completamente diferentes, con profesiones y dedicación variopintas. Sin embargo, cuando nos encontrábamos y comentábamos lo que había sucedido durante esos 15 días nos maravillábamos de cómo el Camino del Corazón se entrelazaba misteriosamente con nuestro día a día. 

“Si la palabra clave abre la cerradura del corazón darás un paso adelante difícil de borrar”.  

Descubrimos la importancia de estar atentos, de darnos cuenta de cómo nos comportábamos, como si el hecho de estar “avisados” por esas palabras que nos mantenían en alerta nos hiciera responder de una manera más adecuada a los envites que la vida nos iba presentando. Re-accionábamos menos y respondíamos desde la acción, y lo mejor de todo es que sucedía de una forma sencilla, sin aparente esfuerzo, con una especie de presencia más abierta, más global, más consciente.


El Camino del Corazón es una experiencia vivencial dirigida a toda persona con inquietudes y deseos de ampliar su consciencia. El objetivo es aprender nuevas formas de pensamiento, de comunicación y de relación, que le permitan responder a los retos a los que nos enfrentamos los seres humanos del siglo XXI.

Son ya cerca de 400 los Caminantes del Corazón que se encuentran repartidos por toda España y que han experimentado estos profundos cambios.

Si estás interesado en participar en el Taller de Iniciación al Camino del Corazón puedes ponerte en contacto con nosotros para ver las fechas más próximas y los lugares donde se llevarán a cabo. Puedes ver el calendario en www.revistaconcienciaglobal.blogspot.com o escribirnos un correo a edicioneserenar@gmail.com  edicioneserenar@hotmail.es o aconcglobal@terra.es 


María del Pinar Merino
Conciencia Global