Revistas nº41-42


Una de las frases que más me ha gustado desde que la conocí allá por los años setenta fue la de Margaret Mead, una famosa antropóloga e investigadora de las conductas humanas. Su frase, que se ha hecho famosa decía algo así: “Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos considerados pueda cambiar el mundo. Verdaderamente, eso es lo único que lo ha logrado”.
Vivimos un momento social extremadamente crítico, lo que se ve en la superficie son constantes expresiones de protesta de distintos colectivos; dicen que todos los días hay varias manifestaciones de trabajadores: los docentes, la sanidad al completo, los funcionarios, los jueces y abogados, los bomberos, la policía, los parados, los desahuciados de sus viviendas… No hay sector profesional que no muestre su disconformidad ante la situación que estamos viviendo. Y es que en este momento todos perdemos, todos los ciudadanos estamos viendo mermados nuestros derechos y libertades, lo que habíamos conseguido en el terreno del respeto a los derechos humanos, a las prestaciones sociales, lo alcanzado en los derechos laborales… Todos perdemos.

Bueno, no todos, siguen ganando los bancos, siguen ganando las grandes fortunas, siguen ganando los inversores y las grandes corporaciones, siguen ganando aquellos políticos que prestan sus servicios a todos ellos olvidándose de que son trabajadores del pueblo, servidores del pueblo y que han sido elegidos para administrar los recursos y velar por el bienestar de los ciudadanos, no para medrar con el poder económico y financiero.
Cuando un estado coloca a las personas en el último lugar de su escala de valores, cuando antepone la economía a los valores humanos, cuando busca el bien individual e ignora el bien común… hay que pararlo y mostrar –como se viene haciendo desde que surgió el 15-M- el desacuerdo, el descontento, la indignación. Cuando la voz de la mayoría no se escucha porque sólo se atiende al poder económico es el momento de reaccionar y mostrar abiertamente que ese no es el camino y hacerlo de forma constante, pacífica, madura.
Posiblemente, no somos conscientes de lo que está ocurriendo por debajo de lo que vemos cada día en las plazas, en las calles, en las sedes de las empresas y los ministerios; lo que está ocurriendo por debajo de lo conocido. Es tal el nivel de indignación popular que cualquier acontecimiento, por pequeño que sea, puede desencadenar una reacción incontrolable de la gente.
Los políticos piensan que a través del miedo consiguen paralizar al país y por eso orquestan campañas de información en las que una buena parte de los medios de comunicación oficiales diseminan las noticias de forma sesgada y tendenciosa de tal manera que lo que consiguen es sembrar la incertidumbre, la inseguridad y el miedo en las personas con el único objetivo de que se queden quietas, que no actúen, que no piensen, que no tomen consciencia del momento transcendental que estamos viviendo.
Porque cuando desaparece el miedo aparece el sentimiento de injusticia, aparece la indignación ante la mentira, el engaño y la manipulación, aparece de forma clara que los delitos de los poderosos (de la banca y de la política) no son castigados, que se indulta a gente que se ha aprovechado  de la posición de poder que ocupaban.
El miedo paraliza, es cierto, pero también puede producir una reacción contundente cuando se unen las fuerzas. Hoy nos sentimos engañados, vivimos cada día la injusticia en propia carne, sabemos que a todos nos afecta lo que está sucediendo, que no es la huelga de los maestros o de la sanidad sino que todos estamos sufriendo la presión económica, los “recortes”, que hay personas de nuestra familia que viven situaciones críticas que sólo se superan con la solidaridad de familiares y amigos… Ya no es un problema de tal o cual gremio, es un problema grave de seres humanos.
Se habla de encuestas no publicadas que recogen la gran indignación que subyace en el pueblo español. Los políticos no publican esos datos y saben que un paso en falso puede ser peligroso para su continuidad y su supervivencia, por eso no han solicitado el rescate.
Y, por primera vez, ellos empiezan a sentir también miedo, porque saben que tienen los días contados en las funciones que desempeñan. Los políticos no quieren que el pueblo se organice porque si surgiera una alternativa convincente saldría ganadora con mucha diferencia (tal y como dicen las encuestas)
¿Se están fraguando alianzas entre políticos no contaminados, intelectuales, artistas, sindicalistas, profesionales de distintas áreas? ¿Se están poniendo en marcha personas que no están en la política activa para ofrecer una alternativa? ¿Hay personas que están recogiendo el sentimiento de indignación popular y se han dado cuenta de que la gente no está dispuesta a soportar más ladrones y más corruptos?
Necesitamos que surjan grupos y personas que hagan funciones de catalizadores entre los diferentes colectivos que hoy conforman nuestro panorama social. Es preciso aglutinar esas fuerzas y ponerlas a trabajar juntos en una misma dirección, los movimientos emergentes deben dar un paso hacia la unidad para conformar una plataforma ciudadana única que pueda presentar un programa de mínimos que nos permita salir de la situación gravísima que estamos viviendo.
El mundo es un sistema de relaciones y hoy nos vemos en la necesidad de buscar nuevas tendencias sociales dirigidas al cambio del actual modelo de relación entre los seres humanos de nuestro hermoso planeta. Hoy ya nadie puede quedar en silencio y permanecer como espectador. Cada persona, cada organización, cada colectivo, cada grupo debe manifestar su posición ante lo que está sucediendo en España y en Europa.
No se trata de entrar en debates políticos o económicos, ya hay profesionales y expertos independientes que cada día lanzan sus alternativas, gente que tendrá que trabajar con creatividad para generar nuevas propuestas viables. Los debates políticos no sirven más que para calentar la cabeza pero no mueven las hojas de los árboles. Las redes sociales deben ser aún un hervidero mucho mayor, deben ser la herramienta de comunicación y conexión entre todos esos movimiento para que puedan actuar de un modo coordinado y conformar la fuerza que permita dar el vuelco que nuestra sociedad precisa
Esta pequeña revista, que debido a la crisis cada día pierde alguno de sus fieles suscriptores, es –como tantas otras- una referencia limpia y aglutinadora y hacemos un llamamiento a los que están en la misma disposición para poder arrojar un poco de luz a los que están indecisos y generar la argamasa necesaria para conseguir que grupos dispersos, pero de ideologías afines, trabajen juntos.
Hay que construir el futuro ¿te apuntas?

María del Pinar Merino & Luis Arribas